La movilización de las mujeres para que se conviertan en agentes del cambio se reveló como un aspecto crucial para luchar contra la violencia. Cuando los proyectos movilizan a las mujeres como facilitadoras comunitarias y crean espacios seguros, pueden llegar mejor a las comunidades especialmente marginadas y aumentar la eficacia de las iniciativas de prevención.
Al abordar la violencia de género, es fundamental adoptar una perspectiva interseccional. La comprensión del modo en que las distintas realidades de las mujeres se superponen e influyen en sus experiencias de violencia permite elaborar estrategias más eficaces y evita pasar por alto vulnerabilidades.
Una prevención eficaz requiere capacitación para lograr un cambio de comportamiento. Herramientas como manuales, aplicaciones y sitios web son vitales para reforzar las mejores prácticas y fortalecer el conocimiento institucional.
Las organizaciones dedicadas a combatir la violencia contra las mujeres encuentran resistencia a menudo en forma de lagunas jurídicas, negación de la violencia de género e inacción. Las formas más agresivas, o activas, de resistencia se producen cuando determinados grupos intentan obstruir los cambios, o cuando los grupos vulnerables sufren discriminación y violencia por parte de quienes ostentan el poder.
Las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres se enfrentan a menudo a condiciones inestables, alianzas complejas y escenarios sociopolíticos cambiantes. La recopilación de conocimientos, la financiación flexible y los enfoques adaptativos son cruciales para hacer frente a esta volatilidad.
La adolescencia, especialmente en el caso de las niñas, es una etapa crítica para llevar a cabo intervenciones tempranas de prevención de la violencia. Muchos proyectos optaron por capacitar a las y los jóvenes como agentes del cambio a fin de mejorar los resultados de las intervenciones de prevención.